Reflexión: Los efectos del mal

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  Reflexión: Los efectos del mal
       
       

"Los seres humanos nunca hacen el mal de manera tan completa y feliz como cuando lo hacen por una convicción religiosa" Blas Pascal

Hablar del mal en cualquiera de sus expresiones: sociológica, psicológica o filosófica ha llevado a la humanidad a escribir páginas enteras y a encontrar explicaciones por vías espirituales (la religión por ejemplo en la figura de Satán) o psicológicas (como en el caso de Freud, en su explicación sobre la pulsión de muerte que lleva al individuo a prácticas que buscan su autodestrucción).

Pero no es el objetivo de este texto entrar en una disquisición que podría llevarnos páginas y páginas para desentrañar cómo es que un niño morelense como el “Ponchis” se convirtió en un asesino a sangre fría o cómo es qué un un sicario del Cartel de Juárez dice, con desparpajo: “matar era mi chamba y lo hice con pasión”.

Ante tal respuesta el sentido de la reflexión cambia y nos obliga a preguntarnos:¿cómo fue posible todo esto y por qué sigue ocurriendo? ¿Fallamos como sociedad, falló la educación para prevenir “el mal”, falló el sistema de justicia o falló todo el país en su conjunto, incluyéndonos todos?

Tal pareciera que vivimos igual que la sociedad alemana lo hizo durante la Segunda Guerra Mundial permitiendo que un loco exterminador como Hitler matara a cientos de miles de personas en campos de concentración o como en la sociedad soviética en tiempos de Stalin, que sólo miraba con apatía como millones de disidentes del sistema eran asesinados durante las Grandes Purgas.

Los lectores de tantas noticias de horror en México, a lo largo de los años nos hemos ido acostumbrando a ver el mal sin chistar, como si se tratara del resultado de un partido de fútbol, de un chisme de la farándula o del estado del tiempo.

Y no es que el mal no haya existido antes en nuestro paíso de que no haya habido crímenes impunes. Baste recordar que durante la Revolución, ejércitos de cualquier bandera (villistas, carrancistas, obregonistas, zapatistas) cometieron innumerbales tropelías en contra de la población civil, de manera impune y sin justificación alguna.

“Dios creó al hombre libre. La decisión de hacer el bien o el mal está en manos del hombre” nos dice el sacerdote jesuita Enrique Maza en su libro “El diablo. Orígenes de un mito” (Óceano, México, 1999). Y ello retomando las enseñanzas de la tradición judeo-cristiana que siguen la mayoría de los mexicanos religiosos. Tampoco vamos a ahondar en el tema religioso, pero no podemos dejar de sorprendernos al ver cómo un país eminentemente católico vive en medio de una espiral de violencia que pareciera no tener fin.

 

 

En este sentido resulta loable la interpretación que da el periodista Francisco Martín Moreno (¿Para que el dinero?, Indigo, 28 de febrero del 2013), quien en relación con la insaciable ambición que muestra nuestra delincuencia, en todas sus expresiones, sostiene: “La sed de tener, la avaricia, debe tener un límite y más nos vale encontrarlo pronto antes de que la codicia acabe con lo mejor de nosotros…

Los narcotraficantes envenenan a la sociedad, a la juventud, la parte más valiosa de una nación, por dinero. Enajenan estupefacientes en las puertas de las escuelas, en colonias, pueblos y ciudades por dinero. Disputan a balazos nuevos territorios por dinero. Se matan entre sí con tal de apoderarse de nuevos mercados, por dinero.”

¿Todo el bombardeo de que el éxito proviene de la cantidad de bienes materiales que posea una persona la convierten en una entidad que no tiene escrúpulos y glorifica al mal encarnado en la avaricia y en el matar seres inocentes?

La sociedad mexicana, en su conjunto, está obligada a emprender una profunda reflexión para educar a sus niños y jóvenes sobre la base de valores y principios edificantes, que privilegien el respeto por la vida y que rompan con la falacia de que lo mejor de todo está cifrado en el “éxito económico”, cualquier cosa que esto signifique; y que comprendan que existen otras formas de satisfacer nuestras expectativas de la vida. Sin renunciar a la búsqueda del éxito económico, las personas, familias y comunidades mexicanas podemos reaprender el significado de la solidaridad, del trabajo creativo y la fraternidad, para hacerle frente a la violencia, al temor y a la delincuencia que, sin lugar a dudas, son hoy por hoy una de las expresiones más latentes de lo que puede engendrar el mal como expresión social.

Autor: Carlos Alberto Guzmán Velázquez
Fecha: 21 de Marzo 2014
@cagv1970

       
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