Cuidemos a la sociedad: jóvenes en riesgo

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Emprender acciones contundentes a favor de los jóvenes atraviesa por exigir un ejercicio transparente de rendición de cuentas en materia educativa. De lo contrario, estaremos abonando el terreno para formar una generación de jóvenes frustrados, tolerantes con la corrupción, que al no encontrar alternativas para labrarse un futuro promisorio, a partir de su propio esfuerzo, opten por alternativas poco meritorias que profundicen la crisis de inseguridad que padecemos o, simplemente, decidan vivir en la apatía y desesperanza.



Al Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) debemos la tesis que sostiene: La verdadera riqueza de una nación está en su gente. Por diversas razones, difícilmente se puede estar en desacuerdo con ello. De forma tal que tomo prestada la tesis para reflexionar sobre un tema de trascendental importancia: el país que tenemos hoy en día y el que muchos imaginamos a futuro, a partir del cuidado y atención que pongamos para satisfacer las necesidades que demanda nuestra población, como una medida para acelerar nuestro desarrollo.

Sabemos que México es actualmente un país conformado mayoritariamente por jóvenes, pues de los poco más de 118 millones de mexicanos que habitamos en el territorio nacional 31.4 millones son personas de entre 15 y 29 años. Edad en que la vida florece y donde nuestros jóvenes, bajo circunstancias favorables, suelen emprender el camino hacia la realización e independencia. Ya sea mediante el estudio, el trabajo, formando una familia o a través de múltiples actividades que les permitan concretar sus aspiraciones y labrar con ello nuestro futuro como colectividad.

Es decir que, en muchos sentidos, deberíamos pensar que nuestro porvenir como nación podría estar cifrado en la fuerza creativa que estos jóvenes puedan desplegar, desde hoy y durante los próximos años, mediante el cúmulo de capacidades e iniciativas que logren desarrollar y a través de las oportunidades y garantías que la sociedad les proporcione para alcanzar dicho objetivo.

Desafortunadamente, las cosas no parecen ser tan favorables para hablar de un futuro promisorio, cifrado en la creatividad y productividad de nuestra juventud. Y con ello no me refiero sólo al impacto que la movilidad de esa fuerza creativa podría tener en lo económico, sino en todos los ámbitos de nuestra quehacer social, educativo, científico, cultural y político. Lo anterior, lo sostengo a partir del cúmulo de referentes que con motivo del Día Internacional de la Juventud, diversas instituciones nacionales e internacionales nos ofrecieron, permitiendo advertir una situación crítica y desesperanzadora para este estratégico sector de nuestra población y el país entero.

Conjuntando datos de 2012 a 2014, proporcionados por el INEGI, la Encuesta Nacional de Valores en Juventud (ENJ 2012), de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE 2013) del Instituto Nacional para la Evaluación Educativa y la ONU, podemos obtener un esbozo sobre las aspiraciones, inquietudes, preocupaciones y obstáculos que enfrenta nuestra juventud, y saber hacia donde debemos encaminar nuestros esfuerzos como sociedad para enfrentar las exigencias que nos demanda la realidad y nuestra gente.

Por ejemplo, sabemos que dentro de las cosas más relevantes en la vida de nuestros muchachos se encuentra la familia, el trabajo, la vida en pareja el dinero y la escuela. Que una de las aspiraciones más sentidas por la mayoría de ellos es contar con un trabajo estable, donde les paguen bien, y que muchos consideran que sí vale la pena estudiar una carrera profesional porque la educación es el mejor medio para conseguir un buen trabajo (ENJ 2012). En tanto que sus preocupaciones más sentidas son la inseguridad que priva en el país, seguida del desempleo y la pobreza (ENVIPE 2013).

Estimo que muchas de las aspiraciones y temores de nuestros jóvenes se explican por sí mismas, al saber que existen más de 11 millones de jóvenes de entre 15 y 19 años que no estudian ni trabajan (PNUD 2014), que poco más de 7 millones de entre 19 y 23 años no tiene acceso a la educación superior y que cada año abandonan el bachillerato 651 mil estudiantes. Que los índices de desempleo más elevados a nivel nacional se encuentran entre quienes tienen de 15 a 24 años, que quienes tienen empleo reciben de 1 a 2 salarios mínimos y que quienes logran concluir sus estudios profesionales, de licenciatura y posgrado, son vistos como mano de obra barata y padecen el problema de tardar demasiado tiempo en encontrar trabajo fijo.

Peor aún, de acuerdo con datos difundidos por el Subsecretario de educación media superior, se sabe que 37% de los jóvenes que cursan dicho nivel han sido víctimas de algún tipo de violencia escolar, que 28% admiten consumir drogas cerca o dentro de la escuela y que 21% reconoció que tienen compañeros que ingresan con armas a los planteles.

Sumado a lo anterior, se sabe que durante 2012 se registraron 36 mil muertes violentas entre jóvenes de 15 y 29 años, debido a agresiones, accidentes de transporte y lesiones intencionalmente autoinfligidas. En tanto que por la primera encuesta realizada en los Centros Federales de Readaptación Social nos enteramos que del total de detenidos en prisiones federales, 25% son jóvenes de entre 21 y 30 años; mientras que en marzo pasado la presidenta de Alto al Secuestro, Isabel Miranda de Wallace, denunció que cada vez son más los jóvenes de entre 15 y 17 años, hijos de padres separados y con estudios que no superan la secundaria, quienes se dedican a secuestrar sin que necesariamente pertenezcan a grupos de la delincuencia organizada.

En suma, a través de este breve recuento podemos constatar que la juventud mexicana vive en una preocupante situación de riesgo, derivada de la escasez de oportunidades y las malas condiciones socioeconómicas y educativas que la sociedad les ofrece para satisfacer sus expectativas de desarrollo.

Sin lugar a dudas, son de reconocerse los esfuerzos que el gobierno, las instituciones y la sociedad realizamos para revertir las condiciones de inseguridad y combate a la delincuencia organizada, así como las acciones que se realizan para concretar el cambio de nuestro sistema de justicia penal, pero es evidente que urge transitar hacia un estado de cosas que ponga en el centro de nuestra atención la generación de más y mejores oportunidades educativas, laborales y culturales para nuestros jóvenes.

Una buena manera de emprender acciones contundentes en apoyo a las necesidades que nuestros jóvenes demandan satisfacer, sería pedir a las autoridades educativas que aclaren a dónde van a parar los 35 mil millones de pesos del presupuesto educativo que, de acuerdo con cálculos realizados por la organización Mexicanos Primero, son desviados o robados anualmente en forma de pagos irregulares y que podrían servir para otorgar becas a más de 6 millones de jóvenes para que concluyan su bachillerato, entre otras cosas más.

Emprender acciones contundentes a favor de los jóvenes atraviesa por exigir un ejercicio transparente de rendición de cuentas en materia educativa. De lo contrario, estaremos abonando el terreno para formar una generación de jóvenes frustrados, tolerantes con la corrupción, que al no encontrar alternativas para labrarse un futuro promisorio, a partir de su propio esfuerzo, opten por alternativas poco meritorias que profundicen la crisis de inseguridad que padecemos o, simplemente, decidan vivir en la apatía y desesperanza.

Como adultos, no podemos permitirlo, pues con ello estaríamos aceptando nuestro fracaso como sociedad y la falta de compromiso con los jóvenes. No obstante, es necesario que este estratégico sector de la sociedad se involucre activamente en la discusión de la problemática nacional y emprenda el reto de transformar nuestra realidad desplegando todos sus esfuerzos creativos (de los cuales también tenemos noticias y satisfacciones), pues cuidar a la sociedad es una necesidad y un deber de todos. Ni más ni menos.

Por: Alejandro Martí

Fecha de Publicación: 27 de agosto del 2014

Fuente: Animal Político

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